Música y perreo, por María Bernal

Música y perreo

No me entra en la cabeza que haya cantantes de los de ahora, que suben un vídeo a Tik Tok, interpretando una de sus patéticas y llorosas canciones y, en cuestión de minutos, reciba más de cuatro millones de visitas.

Es lo que sucedió hace un mes con el vídeoclip que Rosalía, la de la Motomami, grabó en una playa de Mallorca. Su último tema más sonado se titula ‘Despechá’, y cuando todavía no lo habíamos escuchado ya lo anunciaban como la canción del verano.

A mí como cantante no me gusta Rosalía, ni su estilismo, ni ese deje que muestra a una chica a la que parece dolerle algo. Puedo estar de acuerdo con que la chavala se curra el tema del espectáculo, teniendo en cuenta que lleva una grupo de baile fabuloso, pero me resulta inadmisible que una canción, en la que “sale de la disco coroná” o en la que suelta enunciados que mezclan el español con el inglés y con un lenguaje en código como “Mira qué fácil te lo v’y a decir A, B, C, one, two, three”, sea el hit del verano. Primero, porque esa letra está vacía de contenido, hasta los niños de Primaria escriben mejores composiciones, y segundo porque “salir coroná de la discoteca” no tiene que ser que la chica salga a hombros con una corona puesta, sino que como he sufrido mal de amores, me voy a la discoteca a pillar maromo.

Pues a pesar de lo insulsa que es la letra, esta canción se encuentra situada entre los diez primeros puestos, y en vías de escalada. Y lo más alarmante es que también lo están cantantes como Bad Bunny o Quevedo.

Centrémonos ahora en Quevedo, un chico de unos 20 años de edad que interpreta temas como  ‘Sin señal’, una letanía de letra que versa sobre el desamor y sobre la dificultad del chaval de volver a casa por la noche porque, al parecer, está aturdido después de haber sido rechazado por una mujer, y cuando ante esta situación se podría escribir una sinfín de palabras profundas, el chico nos suelta a modo de estribillo: “¿Dónde estoy? No lo sé, no lo sé, hoy no llego a casa, mami “.

Pues a pesar de la simpleza exigua de esta letra, el chaval tiene más de 30 millones de oyentes mensuales. Y esto sería lo de menos, cada cual es libre de escuchar lo que le dé la gana. A mí me preocupa que haya jóvenes que, escuchando esta mediocridad, denigren rotundamente a las personas y a la buena música que hemos tenido y que a día de hoy siguen haciendo muchos artistas.

El nuevo estilo del panorama musical elegido por los jóvenes se limita a usar palabras tan recurrentes como papi, mami, party o baby, muy lejos de las letras de los grandes temazos que tenemos en el panorama español e internacional (Fito, Maná, Loquillo, Los Secretos, Héroes del Silencio, Queen, Rolling Stones…) y muy cerca de transmitir mensajes de sumisión, más de la mujer que de los hombres, siendo injuriosas cada una de las palabras que se pueden corear cuando suena la melodía.

Recuerdo la canción de ‘Gasolina’ de Daddy Yankee, donde cantaba que a “una mujer le encantaba la gasolina” y, a continuación, un coro de voces femeninas le replicaba diciéndole que les dieran más gasolina; y claro, no me imagino yo al señor Yankee repostando en una gasolinera para llenarle el depósito del coche a una mujer.

Está claro que el mensaje de todas estas canciones es siempre el mismo: yo te doy, tú me das, enséñame cacho y vamos a disfrutar. Y esto cada vez es escuchado a edades más tempranas y, ahora, se da también la circunstancia de que se interpretan en Tik Tok con meneos ridículos de los que, para más inri, son partícipes los papis y que, con ese bailecito de mover el trasero o hacer otros movimientos inapropiados para niños y niñas, los introducen en esta moda.

La moda del perreo se ha impuesto incomprensiblemente entre los niños y jóvenes, y es difícil que salgan de esa vorágine de incultura, de malos hábitos, de supremacía del hombre sobre la mujer. Me temo que mucho más costoso va a resultar educarlos en la cultura de la música, esa que te hace ser una persona competente, disciplinada, erudita y diferente.

Corren tiempos difíciles para acabar con esta moda, y a fin de cuentas, estas pasan, pero lo más triste es que está muriendo la buena música, la que tiene versos de poetas, la que suena al ritmo de auténticas y complejas notas musicales y la que potencia la capacidad de pensar. Pero visto lo visto, en este mundo de querer hacer y exponer todos lo mismo, la sepultura del intelecto se vaticina minuto a minuto.

 

 

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